sábado, 8 de enero de 2011

"SONRISAS DE BOMBAY" - Jauma Sanllorente. Plataforma Editorial. (cap.3)

Nota creada el 31 de mayo de 2010
"(...) A la altura del Jazz by the Bay, uno de los locales con orquestas en vivo más populares de la ciudad, una anciana se acercó a la ventanilla del coche con una sonrisa hipnótica. Sus ojos irradiaban la bondad más absoluta y su cara, muy morena, estaba notablemente ajada debido al paso de os años y, seguramente, también a la pena y la soledad. Era vendedora de rosas, como las que llevaba en su mano, frescas y de un rojo intenso, tanto como el interés que ella despertó en mí.
-Cómpreme una flor, se lo ruego - pidió con voz melosa-, su novia estará contenta.
-Señora, no tengo novia.
-Pues yo seré su novia-dijo dulcemente, sin dejar de sonreír.
La ternura de aquella buena mujer me caló tan hondo que le compré todo el ramo, abonándoles una cantidad de rupias equivalente al coste de muchos ramos más. Su expresión de alegría fue un hermoso regalo y me sorprendí contento y feliz al ver la sonrisa de aquella anciana, al pensar en su júbilo, en su ilusión. A partir de ahí empecé a percibir, de una manera intensa, lo placentera que es la acción de dar. Entregar sin esperar nada a cambio. Regalar pensando tan sólo en aquel que recibe.
Hacer felices a los demás es el verdadero secreto de la felicidad; no hay otro truco. Desprendernos totalmente de nuestros propios intereses y centrarnos en los de los demás y en lo que puede hacerlos felices. Ésa es la fórmula indiscutible para dar sentido a nuestra existencia, para bailar al compás marcado por el verdadero impulso de humanidad y vida. Somos instrumentos de amor, y los instrumentos sólo tienen valor y significado cuando son escuchados por una audiencia.
Buscamos siempre nuestra propia dicha, esperando ser más felices teniendo esto o comprando lo otro, imaginando que vivimos de una u otra manera y buscando en otros las alternativas para llegar a nuestra propia plenitud. No, ése no es el camino. Únicamente pensando en los demás y olvidándonos de nuestros intereses y ambiciones podremos comprender y adquirir plenamente el sentimiento de la felicidad con todas sus notas y matices.
Debemos actuar como el cristal de una ventana a través del cual se mira. Del mismo modo que nuestras miradas van más allá de los cristales y se centran en los bellos horizontes que se descubren tras él, nosotros también debemos ir más allá de nuestros objetivos egoístas. Buscar nuestra propia felicidad es no ver más allá del cristal.
¿Qué valor tiene una camisa colgada siempre en una percha? ¿De qué sirve un teléfono si no hay nadie al otro lado con quién hablar? De la misma manera que una camisa sirve para vestir a alguien, nosotros servimos para vestir con regalos y alegría el corazón y el alma de los demás y para transmitir, mediante el amor, el gozo de la vida.
El semáforo (posiblemente de los pocos que se respetan en toda la ciudad) se puso en verde y el taxi avanzó. En un intento de devolverle las rosas (ya que eran para mi novia, y mi novia era ella), las flores volaron por los aires y formaron una bonita nube roja en medio de aquella polvorienta ciudad. El paisaje que dejaba atrás era de una belleza impagable: la anciana, contenta y sonriente, rodeada de pétalos rojos que danzaban a su alrededor antes de sucumbir al inevitable instante de la caída.(...)"

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