domingo, 18 de diciembre de 2011

¿CÓMO SER REY MAGO?


NAVIDADES FORZOSAS (Pedro P. Sacristan)

     Hubo una vez un hombre tan harto de ver tantas cosas malas por el mundo, que una Navidad deseó que todo el mundo fuera bueno y tuviera espíritu navideño. Y resultó que, mágicamente, su deseo se vio cumplido. Cuando salió a la calle, todo el mundo parecía feliz y nadie era capaz de hacer mal. Unos niños tiraron piedras a un perro pero, por el aire, las piedras se convirtieron en nieve; un hombre cruzó la calle despistado, y cuando el conductor sacó medio cuerpo por la ventanilla para gritar algo, le dio los buenos días y le deseó felices fiestas; y hasta una mujer rica que caminaba envuelta en su abrigo de pieles, al pasar junto a un mendigo, cuando parecía que iba proteger aún más su bolso, lo agarró y se lo dio lleno, con todo el dinero y las joyas.

     Nuestro navideño hombre estaba feliz, pero la cosa cambió cuando fue a pagar en el supermercado. Le atendió aquella cajera que lo estaba pasando tan mal por falta de dinero, y pensó en dejarle de propina lo justo para poder tomarse luego un chocolate caliente, pero antes de darse cuenta, sin saber muy bien cómo, le había dejado de propina todo el dinero que llevaba encima. Y si aquello no le hizo mucha gracia, menos aún le gustó cuando en lugar de ir al gimnasio subió al autobús que iba a la prisión y se pasó un par de horas visitando peligrosos delincuentes encarcelados, y otro par de horas escuchando la pesada charla de una anciana solitaria en el asilo, en lugar de ir a ver una preciosa obra de teatro sobre la Navidad, tal y como había previsto.

     Molesto por todo aquello, sin saber qué le empujaba a obrar así, empezó a comprobar que todo el mundo tenía aquel perfecto espíritu navideño gracias a que se había cumplido su deseo. Pero igual que él mismo, casi nadie estaba a gusto haciendo todas aquellas justas y generosas cosas. Entonces se dio cuenta de lo injusto que había sido su deseo: había pedido que todos mejoraran, que el mundo se hiciera bueno, cuando él estaba realmente lejos de ser así. Durante años se había creído bueno y justo, pero habían bastado un par de días para demostrarle que era como todos, sólo un poco bueno, sólo un poco generoso, sólo un poco justo... y lo peor de todo, no quería que aquello cambiase.

     Hay quien dice que todos somos como ese hombre. También hay locos que dicen que bastaría con que un hombre cambie para cambiar el mundo. Y algunos, mis favoritos, dicen que ya ha llegado la hora de cambiar a ese hombre sólo un poco bueno que llevamos con nosotros a todas partes.

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Hace 2011 años (ya casi 2012), los Reyes Magos recorrieron un largo camino para ofrecerle al niño pobre que nació en un pesebre oro, incienso y mirra. Podríamos pensar que cualquier otro presente hubiera sido igual de importante, pero no es verdad. Con estos presentes querían reconocer y dar voz a ese niño pobre, querían asignarle el nombre que le correspondía como Rey, Dios y Hombre (simbolizado con el oro, el incienso y  la mirra). Se acercaron a Él y le reconocieron su Nombre. 

En esta Navidad (y a lo largo del año) no solamente hay que darse cuenta de las injustas realidades que nos rodean, sino que hay que acercarse a ellas y tomar partido. Hay que reconocerlas y ponerles voz, nombre, dirección… Cada uno debe reflexionar sobre las maneras en que puede acercarse a los que lo necesitan. Acercarse y darles esa dignidad y esa importancia que de alguna manera se les ha negado. Acercándonos a ellos les haremos “visibles”, aunque todos los días nos crucemos o estemos con ellos. Porque la Navidad es de todos y para todos. Porque todos juntos podemos conseguir que brille la luz y ser ejemplo, con nuestros actos, para los que tenemos alrededor.

Para dar voz a los “sin voz”, nombre a los “sin nombre”, caricias a los “rechazados”, sustento a los carecen de ello… “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, pueden cambiar el Mundo” (proverbio africano).

¿Cómo puedo ser Rey Mago? Cada uno encuentra su propia respuesta. 


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